PROGRAMA “ImpaCT.AR CIENCIA Y TECNOLOGÍA”

Un proyecto del CONICET La Plata para evaluar la ventilación en las escuelas fue seleccionado en una convocatoria nacional

La iniciativa involucra a distintos grupos de investigación de la ciudad y surgió en respuesta a una demanda del gobierno bonaerense para optimizar los sistemas de monitoreo durante las clases presenciales


Los dispositivos de medición de CO2 ya funcionan en escuelas. FOTOS: CONICET Fotografía.
Los dispositivos de medición de CO2 ya funcionan en escuelas. FOTOS: CONICET Fotografía.

Se llama “ImpaCT.AR Ciencia y Tecnología” y es una de las líneas de financiamiento del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Nación (MINCyT) que se propone –y logra– poner en diálogo a los decisores políticos de distintos estamentos gubernamentales con el sector científico y tecnológico de todo el país para articular problemas reales con soluciones concretas y viables. De esta manera, el programa publica en su sitio web una lista de “desafíos” planteados por áreas municipales, provinciales y nacionales que esperan obtener respuestas de parte de expertos. Las propuestas que llegan son estrictamente revisadas no solo por el organismo solicitante sino también por un comité especializado que verifica, entre otras cuestiones, que sus objetivos sean realizables y acordes a la cuestión a resolver. Aquellas que son seleccionadas, reciben los fondos solicitados para llevarse adelante.

Este último es el caso del CONICET La Plata de la mano de una propuesta titulada "Evaluación de parámetros ambientales en aulas escolares y definición de estrategias técnicas, edilicias y comportamentales, que mejoren la ventilación natural para disminuir el riesgo de contagio de COVID-19, durante clases presenciales", presentada por numerosos grupos de investigación vinculados al organismo de ciencia local que acaba de quedar entre las elegidas para su financiamiento y puesta en práctica. La iniciativa surgió como respuesta a un desafío planteado inicialmente por la Dirección General de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires (DGCyE), al que luego se sumaron las carteras bonaerenses de Salud y Producción, Ciencia e Innovación Tecnológica, frente a la preocupación por la seguridad en las aulas cuando se reanudaron las clases presenciales en gran parte del país, en junio pasado, y para lo cual se anunció la compra de unos dispositivos especiales para medir el dióxido de carbono en el aire (CO2).

“Los aparatos se llaman monitoreadores de CO2 y están instalados en distintos establecimientos escolares a través de los cuales ya se están realizando pruebas de mediciones. Precisamente, el gobierno quiere optimizar su funcionamiento”, explica Andrés Porta, director del Centro de Investigaciones del Medioambiente (CIM, CONICET-UNLP-asociado a CICPBA) y responsable del proyecto, que además involucra a expertos y expertas del Centro de Investigación y Desarrollo en Ciencias Aplicadas “Dr. Jorge J. Ronco” (CINDECA, CONICET-UNLP-CICPBA), el Instituto de Investigaciones y Políticas del Ambiente Construido (IIPAC, CONICET-UNLP), el Centro de Investigaciones Ópticas (CIOp, CONICET-UNLP-CICPBA), las facultades de Ingeniería e Informática de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), el Centro de Investigación y Transferencia de San Nicolás (CIT, CONICET-UTN), y el Laboratorio UPL (UNLP-CICPBA).

“Nuestra propuesta es multidisciplinaria porque aborda el problema desde muchos enfoques. Por ejemplo, en términos generales hay un grupo que se concentra en la fluidodinamia, es decir el movimiento del aire y su comportamiento; otro que evalúa la configuración arquitectónica de las escuelas y las condiciones posibles de ventilación; otras personas que estudian las posibilidades de fabricar los aparatos; también hay especialistas en informática que están diseñando un modelo de recopilación y sistematización de los datos; y nosotros desde el CIM que nos dedicamos a la contaminación del aire”, señala Porta. De esta manera, se armó una suerte de círculo virtuoso entre organismos públicos en torno a un problema concreto que es cómo garantizar la máxima seguridad y disminuir la transmisión de enfermedades, concretamente el COVID-19, en el contexto de clases presenciales.

“Al exhalar, liberamos CO2. Entonces, en una habitación cerrada con muchas personas aumenta la concentración de ese gas, pero si hay ventilación el aire se renueva. La idea es usar estos índices como una medida indirecta de las partículas que emitimos al hablar y las microgotas donde podría estar el virus”, añade el experto. La iniciativa se propone incrementar la eficiencia del sistema agilizando la recuperación y análisis de los datos para obtener un modelo que indique cuánto tiempo se debe tener cada ventana abierta para que la ventilación cruzada sea efectiva, siempre en relación a la cantidad de alumnos y alumnas de cada colegio, el espacio disponible, los niveles de contaminación externos –porque no es lo mismo una escuela ubicada en pleno centro de la ciudad que una en zona rural–,entre otros condicionantes a tener en cuenta.