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CIENCIAS BIOLÓGICAS Y DE LA SALUD
Tan pequeña como desconocida: los riesgos subestimados de la picadura de una pulga
Especialistas del CONICET en el CEPAVE estudian la asociación entre distintos cuadros febriles que afectan al ser humano y la presencia de parásitos en animales domésticos y silvestres
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Pueden parecer bichitos inofensivos, más un fastidio que una amenaza. Decir “pulguita” es un apodo simpático, y tener una mascota infestada llega a ser tan común que muchas personas ni se molestan en eliminarlas. Sin embargo, la historia muestra algo distinto: la peor pandemia que sufrió la humanidad fue la peste bubónica, que tuvo tres brotes descomunales en los que murió más de un tercio de la población mundial, y cuya causa fue una bacteria transmitida por las pulgas de las ratas. “Siempre me gusta recordar ese antecedente porque normalmente pareciera que las pulgas no hacen nada, y la verdad es que son reservorios de pestes tanto como las garrapatas o los mosquitos, solo que están menos estudiadas”, explica Marcela Lareschi, investigadora del CONICET a cargo del Laboratorio de Ectoparásitos en Animales Silvestres, Domésticos y Humanos en el Centro de Estudios Parasitológicos y de Vectores (CEPAVE, CONICET-UNLP-asociado a CICPBA).
Con énfasis en pulgas y ácaros, allí se estudia a los distintos ectoparásitos –parásitos que viven por fuera del cuerpo de su hospedador– de pequeños roedores y marsupiales, como las comadrejas, ya que son los mamíferos que albergan a la mayor diversidad. A su vez, el fuerte del laboratorio es la sistemática, es decir, la descripción e interpretación de la diversidad biológica de estos diminutos organismos. “Nos interesa la correcta identificación tanto de los parásitos como de los hospedadores porque solo así podemos hablar de relaciones específicas entre unos y otros. Lo que suele suceder es que se encuentran ejemplares desconocidos y se los asocia al animal en que fueron hallados, pero quizá este lo adquirió de otro que sí es su hospedador principal, y esas diferencias son importantes y deben considerarse en el análisis de la información”, señala Lareschi en relación a lo que califica como una parte fundamental en la investigación de especies de interés sanitario.
Además de su importancia en tanto parásitos, las pulgas y los ácaros cumplen un papel fundamental como vectores, es decir “vehículos” de distintos organismos patógenos –que causan enfermedades– y que necesitan pasar por ellos antes de llegar a otras especies a las que sí infectan y perjudican. En este sentido, dos géneros de bacterias despiertan especial interés en el grupo: Rickettsia y Bartonella, responsables de un conjunto de enfermedades conocidas comúnmente como “fiebres manchadas”, que afectan al ser humano y que, aun siendo potencialmente mortales, no causan mayor preocupación en la población. “Son cuadros que, por tener síntomas comunes como cefaleas, dolores musculares o sarpullidos, están subdiagnosticados. Pero hay reportes que muestran casos de pacientes muy graves que fueron picados por una garrapata, y eso nos llevó a preguntarnos si otros ectoparásitos podrían estar también participando como transmisores teniendo en cuenta que muchas veces comparten los mismos hospedadores”, relata Lareschi.
De este modo, el laboratorio se especializa no solo en la descripción de nuevas especies sino también en la diferenciación de otras llamadas “crípticas” o gemelas, es decir que son extremadamente similares en apariencia y comportamiento, pero que presentan diferencias únicamente detectables con herramientas específicas. Además de ser generalmente muy pequeñas –apenas unos pocos milímetros– y diversas –solo de pulgas en Argentina hay alrededor de 130 especies y subespecies–, tienen estructuras internas complejas, frecuentemente asociadas a la genitalidad. “Para esta tarea, y teniendo en cuenta que se necesitan compuestos reactivos muy costosos, pusimos a punto una técnica novedosa y no destructiva de extracción de ADN”, desarrolla Ekaterina Savchenko, becaria del CONICET y experta en este tipo de métodos moleculares que exigen cortar una pulga a la mitad o pinchar un ácaro sin romper su anatomía.
Como la correcta identificación de las especies es un gran desafío, los animales silvestres y sus ectoparásitos están mucho menos estudiados que los domésticos, pero el problema se agrava cuando los límites entre unos y otros se vuelven difusos. Con lugar de trabajo en el Instituto Nacional de Medicina Tropical (INMeT, ANLIS-Ministerio de Salud de la Nación) ubicado en la ciudad misionera de Puerto Iguazú, Mara Urdapilleta es becaria del CONICET y realiza el procesamiento de muestras en el CEPAVE. “El avance de las zonas urbanas provocó una drástica reducción de la ecorregión de la selva paranaense. Esa fragmentación del hábitat obligó a los animales silvestres a adoptar hábitos sinantrópicos, es decir, relacionados a las actividades humanas, llevando con ellos a sus parásitos y las bacterias asociadas”, explica la especialista. Esta reconfiguración de espacios posibilita la convivencia de especies de distintos ambientes y es allí donde los ectoparásitos encuentran nuevos hospedadores. Entre los hallazgos del grupo en esa región hay registros de comadrejas infestadas al mismo tiempo tanto por pulgas silvestres como por Ctenocephalides felis, pulga común del perro y el gato.
El hallazgo de Bartonella clarridgeiae, una bacteria responsable de la enfermedad por arañazo del gato (EAG) –que puede causar fiebre, malestar corporal e inflamación de ganglios linfáticos–, en una pulga de gato en Puerto Iguazú fue otra evidencia de las interacciones entre especies. “Nosotros reportamos esa presencia y fue muy importante por el subdiagnóstico que existe de este tipo de dolencias, simplemente porque se desconoce qué patógenos viven en cada animal”, señala Urdapilleta. Algo similar se observó con Rickettsia, cuya presencia se ha reportado tanto en pulgas de mascotas como de animales silvestres. “Por un lado, tenemos antecedentes de pacientes con síntomas generalizados que en algunos casos han dado positivo para alguna de estas bacterias y, por otro, la convivencia de ectoparásitos que fluctúan de un animal a otro, cada vez más cerca de los humanos. Entonces nos preguntamos cómo es el ciclo, si todos los hospedadores son transmisores por igual, y de qué manera se relacionan estos factores entre sí”, añade.
Ya en la región del Gran La Plata, una situación que llamó la atención del equipo fue el reporte en los últimos años de casos de personas diagnosticadas con fiebre manchada por evidenciar la presencia de Rickettsia, pero cuyo transmisor nunca se pudo identificar. “Los principales candidatos que aparecieron como vectores son los ectoparásitos que puedan estar en los roedores de la zona, porque conviven en los alrededores de las casas y también en ámbitos rurales”, explica Mauricio Melis, becario del CONICET e integrante del grupo. Las ratas y ratones domiciliarios podrían estar implicados en esta transmisión porque tienen la capacidad de albergar también a las pulgas comunes de los animales domésticos y mantenerlas en el ambiente hasta que pasan a otro hospedador. De hecho, en un artículo científico reciente, el equipo dio a conocer el hallazgo de una pulga silvestre en un roedor capturado en la vivienda de un vecino en Arana.
Último en incorporarse al grupo, el becario Mario Espinoza Carniglia se concentra en el estudio y descripción de ácaros hematófagos, es decir que se pueden alimentar de sangre, y que parasitan a las mismas especies domésticas y silvestres que las pulgas. “Como están relacionados con los ratones que albergan a las pulgas que a su vez transmiten estos agentes potencialmente patógenos, existe la posibilidad de que también los lleven con ellos”, explica el especialista, cuya experiencia de trabajo previa fue en un centro de investigación en Chile donde uno de los hallazgos más interesantes en los que participó es aquel que reporta que la principal presencia de Bartonella en pulgas de ratas no se da ni en ciudades ni en áreas rurales, sino en las zonas de pueblos, precisamente un punto intermedio en el que confluyen los otros dos sitios y que coincide con el lugar donde se da un mayor contacto entre personas y roedores.
Por Mercedes Benialgo
Sobre investigación:
Marcela Lareschi. Investigadora independiente. CEPAVE.
Ekaterina Savchenko. Becaria finalización de doctorado. CEPAVE.
Mara Urdapilleta. Becaria doctoral. INMET.
Mauricio Melis. Becario doctoral. CEPAVE.
Mario Espinoza Carniglia. Becario doctoral. CEPAVE.