DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER

Sin tiempo que perder: científicas que trabajan hoy por un mañana sostenible

La consigna de la ONU para este 8 de marzo rinde homenaje a las niñas y mujeres dedicadas a la mitigación del cambio climático y la preservación del medio ambiente. El CONICET La Plata se suma al agasajo de todas las expertas que asumen diariamente esta misión


El CONICET La Plata homenajea este año a sus científicas, profesionales y técnicas dedicadas a la búsqueda de soluciones a problemas medioambientales y de sustentabilidad. FOTOS: CONICET Fotografía.
De izq. a der. Sofía Sampaolesi, María Victoria Toledo, Silvana Matkovic, Carla José, Paula Mateos y Laura Briand, el grupo del CINDECA.
El equipo del ILPLA, de izq. a der.: Mercedes Nicolosi Gelis, Delia Bauer, Nora Gómez, María Belén Sathicq y Rocío Pazos.
Leticia Peluso, investigadora en el CIM.

Porque ningún cambio profundo se consigue de un momento a otro ni las consecuencias de hábitos de tantos años se revierten en poco tiempo, es que se vuelven tan valiosos el trabajo y esfuerzo comprometidos y con perspectiva a largo plazo. Bajo el lema “Igualdad de género hoy para un mañana sostenible”, este 2022 el Día Internacional de la Mujer pone el acento en este aspecto para destacar el papel de aquellas mujeres que contribuyen a la respuesta, mitigación y adaptación al cambio climático en pos de construir un mejor futuro para el planeta y las personas que lo habitan. Gracias al holgado volumen de producción científica orientado en esta línea, en el CONICET La Plata también es posible homenajear a las agentes de ciencia que dedican su tiempo y labor en este sentido y honrar a todas ellas a través del relato de algunos ejemplos que se desarrollan en laboratorios y espacios de investigación de la ciudad.

“Pertenezco al CONICET hace 32 años y he formado un grupo de investigación que, creo que por casualidad, siempre estuvo integrado exclusivamente por mujeres. Hoy somos seis y nos considero el fiel ejemplo de que las mujeres podemos trabajar juntas, algo que históricamente se ha puesto en duda, y pienso que somos muy leales y que, al tener en común cuestiones como la crianza de hijos e hijas, sabemos respetar los tiempos en cada circunstancia”, señala Laura Briand, investigadora del CONICET y vicedirectora del Centro de Investigación y Desarrollo de Ciencias Aplicadas “Dr. Jorge J. Ronco” (CINDECA, CONICET-UNLP-CICPBA). Al frente de un equipo dedicado a la biocatálisis, es decir el uso de unas proteínas llamadas enzimas para acelerar reacciones químicas, lleva adelante tres proyectos que están a la medida de lo que conmemora la fecha.

Uno de ellos es el desarrollo de una tecnología para purificar los antiinflamatorios racémicos, esto es, aquellos que están preparados con la mezcla de dos compuestos químicos, a través de una reacción biocatalizadora que permite obtener solamente el principio activo. Es el caso del ibuprofeno y el quetoprofeno, que están formados por dos sustancias llamadas enantiómeros, de las cuales solo una es responsable del efecto buscado –disminuir el dolor provocado por un proceso inflamatorio–, y la otra es simplemente un producto inevitable de la síntesis farmacológica. “Nosotras aislamos el componente activo para que aquellas personas que por determinada afección toman este medicamento de manera crónica, puedan consumirlo en estado puro y evitar el otro, que es un ácido que se acumula en el organismo y a la larga causa gastritis, a la vez que en otra proporción se evacua y queda en el medio ambiente”, detalla la experta.

Cabe mencionar que el principio activo se denomina dexibuprofeno y varios laboratorios del mundo lo comercializan. Si bien en el mercado argentino se consigue una marca, se trata de un producto comprado afuera que no se elabora a nivel nacional. La transferencia de esta tecnología desde el CINDECA a alguna empresa supondría un logro en la estrategia de sustitución de importaciones. La segunda línea de investigación basada en el cuidado del medio ambiente del grupo consiste en la generación de biodiesel por métodos enzimáticos a partir de aceite de cocina usado. Se trata de un biocombustible que puede reemplazar a los carburantes de origen fósil, lo cual permite reducir la dependencia de recursos naturales no renovables, apostando por un sistema de economía circular con huella cero de carbono. En este caso, además, se suma la reutilización de un residuo doméstico que normalmente es arrojado por el desagüe de los hogares.

“En Argentina se genera gran cantidad de biodiesel a partir de aceite de soja que a su vez se produce casi exclusivamente para ese fin, con lo cual, de algún modo, es una industria que compite con los alimentos. Los métodos de catálisis convencionales necesitan que el aceite esté limpio, es decir que no tenga agua ni ácidos grasos, precisamente dos cosas que el de cocina usado sí contiene: humedad y restos sólidos. Nosotras realizamos la biocatálisis con unas enzimas llamadas lipasas que resisten ambos factores. Es un método muy versátil que además trabaja a temperatura ambiente, lo cual representa un ahorro de energía”, relata Briand. En la misma línea dedicada a la valorización de desechos domésticos y urbanos se ubica el más reciente de los proyectos del grupo para destacar en esta fecha: la reutilización de residuos de la producción de cerveza.

A partir de la estrecha relación del CINDECA con los cerveceros artesanales de la región –a quienes los y las especialistas brindan diferentes servicios de análisis químicos de agua–, surgió la idea de aprovechar el bagazo de cebada, un subproducto de esta producción que en parte se vende como alimento para ganado, pero que aun así deja un volumen importante sin utilizar. “Nuestro trabajo consiste en el tratamiento del desecho para la obtención de azúcares reductores con enzimas denominadas celulasas, que luego sirven como materia prima para fabricar otros productos con mayor valor agregado”, añade la investigadora. Si bien en este caso no se trata de un producto contaminante, debido a sus volúmenes sí genera un serio problema de acumulación.

Otro equipo científico local dedicado a temas relacionados al cambio climático que tiene mayoría de mujeres entre sus integrantes es el que funciona en el Instituto de Limnología “Dr. Raúl A. Ringuelet” (ILPLA, CONICET-UNLP-asociado a CICPBA), encabezado por la investigadora del CONICET Nora Gómez, formada en el campo de la ecología y comprometida socialmente con la conservación de los recursos naturales y el cuidado del medioambiente. Sus líneas de trabajo están vinculadas a la bioindicación –una técnica de evaluación ambiental que mide la contaminación a través de lo que les sucede a distintos organismos vivos– con la cual han logrado generar herramientas para el diagnóstico de ecosistemas de agua dulce. Algunas de ellas fueron empleadas en casos emblemáticos como el biomonitoreo del Río Uruguay durante el conflicto internacional por las plantas de celulosa, el derrame de petróleo en el Río de La Plata frente a las costas de Magdalena en el Río de la Plata, y el programa de rehabilitación de la cuenca Matanza-Riachuelo.

“En los últimos años, las científicas del grupo se han abocado al estudio de las consecuencias de la basura plástica, particularmente microplásticos en el sector costero del estuario del Río de la Plata, aportando los primeros registros sobre su presencia en peces, mejillones y comunidad planctónica, y alertando también sobre la cantidad de este contaminante emergente en el agua y en la playa”, expresa Gómez, y continúa: “Otra problemática ambiental abordada son los recurrentes florecimientos de cianobacterias en el mismo sitio, algo que ha llevado a investigar los principales factores que regulan su desarrollo para así poder identificar las zonas más proclives a padecer este fenómeno, analizando su capacidad de producir toxinas, empleando indicadores del fitoplancton para el diagnóstico y proponiendo medidas para mitigar sus consecuencias”.

El último ejemplo de científicas comprometidas con la sostenibilidad del mañana es Leticia Peluso, investigadora del CONICET en el Centro de Investigaciones del Medioambiente (CIM, CONICET-UNLP-asociado a CICPBA), donde estudia la contaminación por plaguicidas en el fondo de arroyos de la zona del cordón hortícola platense. Su especialidad tiene que ver, igual que Gómez en el ILPLA, con la bioindicación, específicamente a través de los microcrustáceos, invertebrados que viven en la interfase entre agua y sedimentos. “Son organismos detritívoros, es decir que se alimentan de materia en descomposición, con lo cual tiene un rol fundamental en el equilibrio del ecosistema, y son muy sensibles a los insecticidas y fungicidas”, detalla la experta, y afirma que han observado efectos tóxicos como mortalidad o disminución del crecimiento de poblaciones en cuerpos de agua cercanos al mencionado sector productivo local, mientras que dichas consecuencias no se detectan en sedimentos provenientes de la reserva Pearson, camino a Magdalena, un sitio mucho menos expuesto a dichos productos químicos.

En paralelo, otra de las líneas de su grupo de trabajo se focaliza en observar efectos ecotoxicológicos de la biota asociada al suelo no ya a causa de los contaminantes conocidos, sino de los insumos orgánicos empleados para fumigar o fertilizar cultivos, cuyo uso se extiende en la transición agroecológica. “El hecho de que un producto sea de origen natural y no sintético no significa que sea completamente inocuo en todos los seres vivos a los que llega. En este momento estamos poniendo a prueba varios ensayos en torno al purín de ortiga, un preparado casero muy común como abono y repelente de insectos. Vamos a estudiar el impacto que tiene en unos insectos del suelo llamados colémbolos; unos gusanos microscópicos denominados nematodos; lombrices; y también sobre el cultivo de lechuga. La idea es tener conocimiento para brindar recomendaciones generales de uso, como la dosificación o la mezcla con determinados excipientes, por ejemplo”, resume Peluso.

Acompañan en el trabajo diario a las científicas que aparecen en esta historia las siguientes mujeres: Carla José, María Victoria Toledo, Silvana R. Matkovic, Paula S. Mateos, Sofía Sampaolesi (CINDECA); María Belén Sathicq, Mercedes Nicolosi Gelis, Rocío Pazos y Delia Bauer (ILPLA); y Sofía Barbieri, Ivana Stoeff Belkenoff y Carolina Salgado Costa (CIM). Todas ellas son la punta del inmenso iceberg de profesionales, becarias, técnicas e investigadoras que brindan con afán su conocimiento y tiempo a la búsqueda de soluciones y respuestas que sirven hoy y también lo harán durante varias generaciones por delante.

Por Mercedes Benialgo

Sobre la entrevista:

Laura E. Briand. Investigadora principal. CINDECA.
Nora Gómez. Investigadora principal. ILPLA.
Leticia Peluso. Investigadora adjunta. CIM.
Carla José. Investigadora asistente. CINDECA.
María Victoria Toledo. Investigadora asistente. CINDECA.
Silvana R. Matkovic. Investigadora asistente. CINDECA.
Paula S. Mateos. Becaria doctoral. CINDECA.
Sofía Sampaolesi. Becaria posdoctoral. CINDECA.
María Belén Sathicq. Investigadora asistente. ILPLA.
Mercedes Nicolosi  Gelis. Becaria posdoctoral. ILPLA.
Rocío S. Pazos. Becaria posdoctoral. ILPLA.
Delia Bauer. Profesional principal. ILPLA.
Sofía C. Barbieri. Becaria doctoral. CIM.
Ivana Stoeff Belkenoff. Becaria doctoral. CIM.
Carolina Salgado Costa. Investigadora asistente. CIM.