CIENCIAS EXACTAS Y NATURALES

Nahuelito: la fake news de Florentino Ameghino que habría dado origen al mito

Investigadores del CONICET en el Museo de La Plata realizaron un exhaustivo estudio en el que documentaron los efectos y alcances de las afirmaciones del prestigioso naturalista sobre la existencia de una criatura misteriosa habitando la Patagonia que captaron el interés de la comunidad científica internacional


Detalle del cuero momificado de milodonte que Ameghino atribuyó a un misterioso mamífero prehistórico aún vivo. Foto: CONICET Fotografía/R. Baridón.
Tonni, Vizcaíno, Pérez y Toledo. Foto: CONICET Fotografía/R. Baridón.
Cuero momificado de milodonte expuesto en el Museo de La Plata. Foto: CONICET Fotografía/R. Baridón.

“Patagonia, embarazada de mitos que se mezclan con el viento”, reza una de las creaciones emblemáticas del artista popular José Larralde. Es que las tierras más australes de la Argentina desbordan de historias que rozan lo fantástico, y una de las leyendas más difundidas es la del Nahuelito, el monstruo marino que habitaría el lago Nahuel Huapi, en Bariloche, al que muchos dicen haber visto, pero nadie pudo documentar en imágenes. Presente en los relatos de los pueblos originarios de la región, el mito comenzó a tomar fuerza a fines del siglo XIX a partir de afirmaciones del naturalista Florentino Ameghino sobre la existencia de un “misterioso mamífero” prehistórico aún vivo.

En un trabajo que se acaba de publicar en la Revista del Museo de La Plata, un grupo de investigadores del CONICET indaga en el impacto y el “éxito” que tuvieron los dichos de Ameghino para influir en la opinión pública y en la prestigiosa comunidad científica nacional e internacional de la época, a partir del estudio de documentos que abarcan desde el siglo XIX hasta nuestros días, y pone en discusión los cambios en la percepción que el campo académico y la sociedad fueron teniendo sobre la posibilidad de supervivencia de animales prehistóricos.

¿Milodonte vivo?

La Cueva del Milodón es una formación natural ubicada al sur de Chile, en la provincia de Última Esperanza, que comenzó a ser explorada por científicos a fines del siglo XIX y en la que se hallaron incontables restos paleontológicos y arqueológicos, desde grandes mamíferos hasta evidencia de actividad humana. Para 1898, aún se estaban estableciendo los límites geográficos entre Chile y Argentina por lo que la potestad de la cueva no estaba clara, lo que permitió la realización de una expedición científica organizada por expertos del Museo de La Plata, entre los que se encontraba el perito Francisco P. Moreno, por entonces, su director. En esa campaña se pudo recolectar un fragmento del cuero momificado de un milodonte, un perezoso gigante que habitó durante el Pleistoceno –entre cerca de 2 millones y medio hasta 10 mil años atrás–. Este animal herbívoro llegó a pesar 1 tonelada y a medir más de 3 metros de longitud, y fue uno de los animales terrestres de mayor tamaño de América del Sur.

“El cuero llegó al Museo de la mano de Moreno, y eso abrió un nuevo capítulo para la paleontología de la época”, relata Leandro M. Pérez, investigador del CONICET en la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata (FCNyM, UNLP) y uno de los autores de la reciente publicación. “El fragmento estuvo en La Plata no más de una semana, porque la idea era llevarlo para ser presentado al público en la Sociedad Zoológica de Londres, Reino Unido. Por algún motivo, en el transcurso de esos siete días, aparentemente alguien le habría facilitado un recorte del cuero a Ameghino, que en esa época ya no estaba trabajando en el Museo por diferencias personales y profesionales con Moreno. Y Ameghino se apuró a publicar un artículo en el que daba cuenta del hallazgo, postulando la supervivencia de estos animales en la Patagonia, porque para él la aparente ´frescura´ de la pieza sugería que el ejemplar había muerto recientemente. Y le puso nombre y todo: Neomylodon listai”.

“Como la noticia corrió como reguero de pólvora, cuando Moreno llegó a Londres con el cuero, toda la comunidad científica internacional ya estaba hablando del Neomylodon de Ameghino y muchos daban por cierto que en la Patagonia había un milodonte vivo”, comenta Pérez. “Esto generó, además del enojo de Moreno, una euforia total en Europa, y también en Argentina. La comunidad científica estaba movilizada por la posibilidad de la supervivencia de perezosos gigantes, y se organizaban campañas desde distintas partes del mundo para viajar a la Patagonia a cazar al milodonte”.

Fue así que durante los últimos años del siglo XIX se sucedieron varias campañas para atrapar al supuesto animal, “una fiebre por encontrarlo que surgió a partir de algo apócrifo, porque Ameghino, a lo sumo, tuvo acceso a una pequeña porción del cuero para estudiarlo”. A la par de las expediciones, Ameghino seguía fogoneando el interés mundial. Según se desprende de su correspondencia, el naturalista contribuía a acrecentar el mito: hablaba del Jemmich, una criatura que “los tehuelches conocen muy bien, pero sus historias siempre se han tomado como fábulas” y apuntaba que esta supuesta especie habitaba madrigueras a orillas de distintos lagos patagónicos. “Ameghino empezó a mezclar el hallazgo del cuero con la mitología de los pueblos originarios, entonces la forma del milodonte original empezó a mutar en el imaginario de la gente, pasó a ser un animal de hábitos acuáticos. Incluso, en un periódico de Estados Unidos aparece una ilustración que era de una especie de plesiosaurio peludo mezcla con nutria con grandes dientes comiendo pasto mientras un grupo de seres humanos lo ordeñaba. Así se instaló más la idea de que era un animal misterioso”.

Como era de esperar, las distintas expediciones de caza regresaron con las manos vacías. No había perezosos gigantes sobrevivientes en la Patagonia.

La pieza Roosevelt

En 1913, dos años después del fallecimiento de Ameghino, el por entonces presidente de Estados Unidos Franklin Delano Roosevelt visitó la Argentina, y en ese contexto recorrió el Museo de La Plata. Apasionado por las ciencias –fue el fundador del Museo de Historia Natural de Nueva York–, Roosevelt se mostró especialmente interesado en las colecciones de paleontología. Moreno le obsequió un fragmento de otro cuero de milodonte que hoy forma parte del museo norteamericano. “Al llegar a Estados Unidos, esa pieza generó un nuevo furor, porque varios medios importantes de allá publicaron notas contando la historia de los descubrimientos en la Cueva del Milodón”, detalla Pérez.

La expedición de Onelli

Tras la muerte de Ameghino en 1911, y de su archienemigo Moreno en 1919, la historia del misterioso animal y la fiebre por cazarlo fueron mermando hasta casi desaparecer, aunque de tanto en tanto circulaban algunas historias sobre supuestos avistaje de seres misteriosos asociados a cuerpos de agua patagónicos. En 1922 el por entonces director del Jardín Zoológico de Buenos Aires Clemente Onelli recibió una carta de un habitante de El Bolsón, Río Negro, en la que le comentaba haber visto a orillas de un lago un extraño animal de cuello largo y cola de cocodrilo. “Habían pasado once años del fallecimiento de Ameghino, pero Onelli interpretó que se trataba del milodonte vivo que el naturalista había descripto. Entonces organizó una campaña para buscarlo”, cuenta Pérez.

La misiva tomó estado público y la presión que esto generó para dar a conocer la noticia hizo que Onelli brinde una entrevista al diario La Nación en la que cuenta que irían a la Patagonia a cazar un milodonte vivo. “En la nota, el medio coloca un subtítulo que dice ‘¿Será un plesiosaurio?’, entonces en la opinión pública quedó instalada la idea de que efectivamente era un plesiosaurio”, puntualiza Pérez, y agrega: “Obviamente que la expedición no halló nada. Estuvieron unos días, regresaron a Bariloche –donde estaban alojados– y volvieron a Buenos Aires”.

Un año después, en 1923, un vecino de Bariloche, el empresario Primo Capraro, dueño de un aserradero, mandó a construir una carroza de madera con forma de plesiosaurio para hacerla desfilar en el carnaval de Bariloche. “Ellos eran amigos, pertenecían a la comunidad italiana. Pero esa figura fue utilizada en tono de burla hacia Onelli por su infructuosa búsqueda”, apunta el investigador. Onelli murió en 1924 y, con él, cesaron los intentos por cazar al misterioso animal, pero la idea del plesiosaurio quedó instalada en el imaginario barilochense hasta que casi medio siglo después, en 1970, un periodista publicó la noticia sobre un supuesto avistamiento: “El Nahuelito dio la cara”.

Para reconstruir la historia y encontrar los puntos de unión entre el primer hallazgo en el actual territorio chileno hasta la consolidación de la leyenda, el equipo de investigadores realizó un profundo relevamiento de publicaciones científicas, de la correspondencia entre Ameghino y su hermano Carlos y otros colegas de prestigio, y de diarios y revistas de las distintas épocas. “Se trata de una historia real de científicos muy importantes de la Argentina que se fueron metiendo en un berenjenal por disputas personales e intereses académicos, y que por esas diferencias terminaron mezclando todo”, puntualiza Pérez.

Con todo, el enfrentamiento entre ambos dejó como resultado un mito que persiste hasta nuestros días y los esfuerzos por encontrar al supuesto monstruo sureño continuaron hasta el siglo XXI: según documentaron los expertos, en 2001, el presentador de televisión británico Charlie Jacoby, nieto del expedicionario Hesketh Prichard, quiso homenajear a su abuelo al cumplirse los cien años de su frustrada expedición y viajó a la argentina con el objetivo de cazarlo. Tampoco tuvo éxito.

Referencia bibliográfica:

La Patagonia fantástica: el pangolín de Ramón Lista, el mamífero misterioso de Ameghino, y la comparsa del plesiosaurio de madera. Pérez, L. M; Toledo, N.; Vizcaíno, S. F.; y Tonni, E. Revista del Museo de La Plata. DOI: https://doi.org/10.24215/25456377e216

Sobre investigación:

Leandro M. Pérez. Investigador independiente. FCNyM.

Néstor Toledo. Investigador independiente. FCNyM.

Sergio F. Vizcaíno. Investigador superior. FCNyM.

Eduardo P. Tonni. Profesor Emérito. FCNyM.

Por Marcelo Gisande.