CIENCIAS BIOLÓGICAS Y DE LA SALUD
Fiebre hemorrágica argentina: más detalles sobre la infección del virus Junín
Es una enfermedad endémica de la zona agropecuaria. Investigadores del CONICET aportan nuevas pistas sobre la replicación del patógeno dentro del organismo
Pueden tener síntomas leves y pasar como una gripe común, o bien complicarse y causar la muerte. Así son las fiebres hemorrágicas virales, un grupo de enfermedades causadas por cuatro familias de virus, entre ellos los arenavirus, que comparten ciertas características como la afectación de muchos órganos, lesión de los vasos sanguíneos y alteración de la capacidad del organismo para auto regularse. Estos patógenos se distinguen en dos grandes grupos: los denominados “del Viejo Mundo” y “del Nuevo Mundo”, y contagian a los seres humanos a través de las secreciones, orina y heces de los mamíferos hospedadores, generalmente roedores.
Como la división es no sólo genética sino también geográfica, cada región del planeta tiene sus microorganismos y roedores particulares, y de ahí que las infecciones sean endémicas, es decir, propias del lugar. En nuestro país, esa amenaza viene de la mano del virus Junín, causante de la fiebre hemorrágica argentina (FHA), localizado en la zona agropecuaria que abarca el centro-oeste de la provincia de Buenos Aires y parte de Santa Fe, La Pampa y Córdoba. Si bien es el único patógeno de este tipo para el que existe una vacuna –aunque su producción está actualmente suspendida por falta de presupuesto–, los mecanismos que entran en juego durante la infección siguen teniendo muchos puntos oscuros que la ciencia está intentando desentrañar para poder eventualmente desarrollar drogas o un nuevo antídoto.
“Nuestra línea de trabajo se centra en los procesos moleculares que intervienen en la infección por el virus Junín, y en este último artículo nos concentramos en el rol de la autofagia, un fenómeno constitutivo y esencial que ocurre en todas las células para mantener un equilibrio, degradando y reciclando proteínas y otros componentes”, relata María Laura Pérez Vidakovics, investigadora del CONICET en el Instituto de Biotecnología y Biología Molecular (IBBM, CONICET-UNLP) y autora responsable de un estudio que acaba de publicarse en la revista científica PLOS One. Tal como se venía observando en otros casos, los científicos lograron confirmar que el patógeno en cuestión se aprovecha de ese mecanismo celular y lo utiliza en su propio beneficio.
Se sabe hace muchos años que la autofagia es una maquinaria que se pone en funcionamiento para mantener la homeostasis de la célula: una autorregulación en pos de lograr constancia entre el medio externo y el interno. “Hay diversos factores que la desencadenan, y el más conocido es la limitación o ausencia de nutrientes. También pueden ser situaciones de estrés, enfermedades o infecciones bacterianas y virales. En este último caso, al ser un proceso degradativo, favorece la eliminación del agente infeccioso y las defensas del organismo porque les muestra los componentes de eso que está degradando y ayuda a despertar la respuesta inmune”, continúa la experta.
“Pero en los últimos diez años se descubrió que los agentes infecciosos han desarrollado mecanismos para favorecerse de la autofagia ya sea frenándola, y por ende impidiendo ser eliminados, o bien usando parte de la maquinaria autofágica de la célula para replicarse más rápidamente”, señala Paula Arrías, becaria del CONICET en el IBBM. Sobre lo último, las científicas explican que en este proceso se forman unas vesículas de doble membrana llamadas autofagosomas que son las estructuras que encierran todo el material a degradar. “Es como una bolsita que recluta diferentes proteínas tanto del hospedador como del patógeno, en este caso Junín. Es posible que favorezca el ensamblado de nuevas partículas virales, lo que en definitiva le sirve al virus para aumentar la eficiencia de su replicación”, apuntan.
El estudio se llevó adelante realizando diferentes experimentos in vitro, es decir, en laboratorio, con un tipo de células del sistema respiratorio y empleando técnicas para hacer un seguimiento de la infección. “Lo que observamos es que Junín induce la formación de los autofagosomas y a medida que transcurre el tiempo hay cada vez más cantidad dentro de la célula. Pudimos ver que no solamente no es degradado sino que la presencia de estas estructuras favorece su replicación”, relata Pérez Vidakovics. En un paso posterior, el equipo de especialistas aplicó drogas inhibidoras de la autofagia, y las conclusiones fueron esperanzadoras.
“Utilizamos fármacos tanto en etapas tempranas del proceso autofágico, es decir cuando se empiezan a reclutar en la membrana los componentes a degradar, como en tardías, cuando ocurre la fusión del autofagosoma cerrado con el material adentro. A su vez, también probamos administrando la droga en distintos momentos de la infección, y en todos los casos observamos que disminuye la cantidad de partículas virales recuperadas”, comenta Arrías en referencia al empleo de formulaciones genéricas que por el momento se usan solamente en ensayos de laboratorio de enfermedades neurodegenerativas y cáncer.
Ubicado en la localidad bonaerense de Pergamino, el Instituto Nacional de Enfermedades Virales Humanas “Dr. Julio I. Maiztegui” (INEVH) es el centro de referencia encargado de fabricar la vacuna contra la FHA –llamada Candid 1– y distribuirla en todas las provincias por las que circula el virus. El antídoto existe desde la década de 1980 y es de aplicación obligatoria para personas mayores de 15 años que trabajan en el campo o están expuestas a Junín en las zonas endémicas. En lo que va de 2019, se han repartido 185 mil dosis. Como se dijo, actualmente la producción está interrumpida desde el año pasado debido a la rotura de un equipo que aún no ha sido solucionada, en lo que representa un serio riesgo para la población.
Si bien a nivel mundial se están impulsando distintas investigaciones para dar con una vacuna contra otros agentes causantes de fiebres hemorrágicas, especialmente el virus Lassa, que presenta una tasa alta de mortalidad en África occidental, “la realidad es que estas infecciones humanas siguen siendo consideradas enfermedades huérfanas porque afectan a poblaciones de áreas geográficas restringidas de los países en donde son endémicas, entonces no existe un interés comercial importante en desarrollar tratamientos”, afirma Silvana Levis, Jefa del Departamento Investigación del INEVH, donde también se ocupan de llevar adelante –no sin dificultades– el registro obligatorio de los casos.
“Ninguna de estas fiebres tiene cura, tan sólo una contención paliativa de los síntomas. Entonces nuestro trabajo cobra mayor importancia porque permite hilar fino dentro de la célula para saber lo que ocurre durante la interacción del virus Junín y el hospedador, algo imprescindible a la hora de buscar blancos a fin de eventualmente desarrollar drogas o terapias. Y además se trata de un conocimiento que puede extenderse al resto de los arenavirus”, concluye Arrías.
Por Mercedes Benialgo
Sobre investigación:
María Laura Pérez Vidakovics. Investigadora asistente, IBBM.
Agustín E. Ure. Investigador asistente, IBBM.
Paula N. Arrías. Becaria doctoral. IBBM.
Víctor Romanowski. Investigador superior ad honorem, IBBM.
Ricardo M. Gómez. Investigador principal, IBBM.