VINCULACIÓN TECNOLÓGICA

Escuelas bonaerenses comienzan a instalar filtros potabilizadores de agua

Forman parte de un convenio impulsado por un investigador del CONICET La Plata. Ya se colocó el primero en un colegio en 9 de Julio


Pablo Arnal (derecha) junto a la comunidad escolar que participó del armado y colocación del filtro. FOTO: Gentileza investigador

La Organización Mundial de la Salud (OMS) lo promueve desde hace más de cuatro décadas como un método sencillo, seguro y económico de potabilización de agua. Aunque en otras partes del mundo se utiliza ampliamente, hasta ahora el Filtro de Arena Lento (FDAL) nunca había sido puesto en funcionamiento en Argentina. Esta semana, esa realidad cambió gracias a la construcción e implementación de uno en un establecimiento escolar de la localidad bonaerense de 9 de Julio en el marco de un convenio entre el CONICET y siete distritos de la provincia de Buenos Aires.

El impulsor de la iniciativa es Pablo Arnal, investigador del CONICET en el Centro de Tecnología de Recursos Minerales y Cerámica (CETMIC, CONICET-CICPBA), quien junto a su equipo presentó hace tres años un proyecto para desarrollar y aplicar el filtro en escuelas con problemas de contaminación biológica en el agua. El trabajo comprende tres etapas que deben cumplimentarse en cada uno de los lugares que quieran ponerlo en práctica: relevamiento y diagnóstico de los establecimientos que lo necesitarían; análisis de la calidad del recurso para evaluar si el FDAL sería la solución; y, por último, la construcción y prueba del equipo en aquellos que registren niveles altos de agentes infecciosos.

Los distritos que ya forman parte del proyecto son Magdalena, Trenque Lauquen, Bragado, General Belgrano, La Plata, General Lamadrid y 9 de Julio. Este último, precisamente, acaba de convertirse en el primero en materializar el proyecto con el armado de un FDAL en la Escuela de Educación Secundaria Técnica N°1 “Otto Krause” y posterior instalación en la Escuela Primaria N°10 de Dennehy, una localidad del mencionado partido. La tarea completa, vale decir, demoró apenas 24 horas y además de los científicos contó con la participación de directivos, docentes y alumnos. “Todo el recorrido atravesado en las ciudades que se sumaron al principio allanó el camino y permitió que a esta altura algunos circuitos estén más aceitados que antes; por eso no es casual que el primer filtro se haya colocado en el último lugar donde se firmó el convenio”, admite Arnal.

Y es que el proyecto moviliza a diversos sectores en cada lugar y obliga a las comunidades locales a involucrarse con compromiso. “Si nosotros construyéramos los filtros en La Plata y los lleváramos terminados, sería como una caja negra. En cambio de esta manera participan del armado y se familiarizan con los detalles de su funcionamiento, para poder en un futuro solucionar los inconvenientes que se presenten y capacitar al resto de las escuelas para que utilicen este método también”, relata el investigador, y adelanta que en las próximas semanas será el turno de instalar los FDAL en General Lamadrid, Bragado, General Belgrano y Trenque Lauquen.

De acuerdo a la información relevada –explica el especialista–, todas las ciudades comparten una realidad: la mitad de las escuelas desconectadas de la red pública tiene un problema serio de contaminación microbiológica del agua. “En general también se encuentran muy alejadas de la cabecera de distrito, con calles de tierra y accesos complicados que han dificultado el trabajo previo necesario a la colocación del filtro, desde el análisis de la calidad del recurso hasta la construcción de una base para colocarlo”, agrega.

En el caso de 9 de Julio, el Consejo Escolar compró los insumos por un valor de entre 15 y 20 mil pesos, un gasto que se amortizará rápidamente teniendo en cuenta que actualmente el municipio destina medio millón de pesos al año en la compra de bidones de agua para abastecer a los colegios que están desconectados de la red pública. Cabe destacar que los análisis microbiológicos del agua que se obtenga estarán a cargo de la Escuela Técnica N°2 “Mercedes Vázquez de Labbé” junto con el Instituto Superior Experimental en Tecnología Alimentaria (ISETA, DGCyE).

Lo que sigue ahora es el seguimiento y monitoreo del agua que se filtra para saber exactamente cómo funciona el equipo en cada estación de año frente a los cambios de temperatura, humedad y el ambiente en general. “El movimiento que genera en las comunidades locales es el valor agregado de este proyecto, porque las obliga a familiarizarse con procesos que de otra manera no conocerían. Pero el aprendizaje es para todos; nosotros también entendemos muchas cuestiones de la realidad de estos lugares aislados y nos complementamos permanentemente para buscar soluciones”, concluye Arnal.