CIENCIAS EXACTAS Y NATURALES

Un estudio revela que los perezosos gigantes, los caballos y los mastodontes fueron las presas principales de las sociedades más antiguas de Sudamérica

La novedad se publica hoy en una importante revista internacional. Muestra que estas especies de megafauna fueron un recurso central en la dieta de los primeros grupos que habitaron la región. Esto refuerza la hipótesis de que los seres humanos jugaron un rol decisivo en la extinción de los grandes animales del Pleistoceno, ocurrida entre 12.900 años y 11.600 años atrás


Las nuevas evidencias obligan a reconsiderar el papel de los seres humanos como agentes de extinción. Imagen de Megafauna 3D Project/Mauro Muyano.
Luciano Prates y Matías Medina. Foto: CONICET Fotografía.
Ivan Perez. Foto: gentileza investigador.

Una de las hipótesis más aceptadas hasta hace poco por la arqueología sudamericana indica que la megafauna terrestre –mamíferos de gran porte, de entre 44 kilos y más de una tonelada de peso– que habitó Sudamérica durante el Pleistoceno tardío, hasta hace unos 12.900 años atrás, se extinguió como resultado, primero, de los cambios ambientales, como el aumento de la temperatura, y en la vegetación, que tuvieron lugar luego de la última glaciación, hace unos 18 mil años. En este proceso, los seres humanos solo habrían sido un factor secundario, debido sobre todo a que la megafauna parecía ocupar un rol marginal en la economía humana, frente a otras presas actuales más pequeñas como el guanaco. Un trabajo publicado hoy en la prestigiosa revista científica Science advances aporta nueva evidencia que obliga a repensar esa visión dominante, ya que muestra que los perezosos gigantes, los caballos y los mastodontes fueron las presas principales de los habitantes tempranos del continente. Esto impide descartar que los seres humanos hayan sido un factor clave en su desaparición.

“Siempre se subestimó la acción humana sobre la megafauna y su verdadero rol en la extinción. Las ciencias históricas en general consideraron a los ocupantes tempranos, como mucho, como actores secundarios en este proceso”, cuenta Luciano Prates, investigador del CONICET en la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata (FCNyM, UNLP). “Sin embargo, las premisas principales sobre las cuales se basó esa idea se fueron cayendo a medida que fue apareciendo evidencia en contrario. El argumento que seguía vigente hasta ahora era que los grupos humanos tempranos de Sudamérica no tenían en la megafauna un recurso alimentario importante, sino que preferían otros animales más pequeños, como el guanaco, por ejemplo”.

En un primer trabajo publicado en 2021, el equipo de investigación ya había puesto en cuestión la idea de que la actividad humana fuera poco relevante en las extinciones, al revelar una fuerte correlación temporal y espacial entre el comienzo del colapso de la megafauna, iniciado hace 12.900 años, y la aparición de unas puntas de lanza, llamadas “puntas cola de pescado”, un tipo de arma empleada por los humanos del Pleistoceno tardío. La coincidencia indicaba que cuando los grupos tempranos accedieron a esa tecnología, comenzaron a cazar a estos mamíferos, y eso, junto a otros efectos secundarios de la actividad humana, llevaron a disminuir sus poblaciones.

“Hay un problema metodológico central cuando se evalúa la importancia de la megafauna como recurso para los seres humanos, y es incluir en los análisis sitios arqueológicos posteriores a los 11.600 años, ya que a partir de ese momento no había megafauna disponible para la caza. Con lo cual, es lógico que en los sitios más recientes, de entre 10.000 y 11.600 años, no aparezca evidencia de consumo de megafauna, sencillamente porque ya no estaba disponible. Entonces, si evaluamos en un mismo paquete cronológico la información de sitios arqueológicos anteriores y posteriores a la extinción, lo único que estamos haciendo es sobrevalorar especies como el guanaco, que se volvieron importantes una vez que la megafauna desapareció”, puntualiza Matías Medina, investigador del CONICET y parte del equipo de trabajo.

Lo novedoso del estudio publicado es que estableció un límite temporal en los 11.600 años, momento en el que la megafauna ya estaba extinta, y, al centrarse únicamente en los contextos previos, cuando estas especies aún eran abundantes, arroja resultados contundentes: de los 20 sitios arqueológicos estudiados en el sur de Sudamérica, 18 presentaron restos de megafauna, y 13 de ellos aportaron evidencias incontrastables de consumo humano. Este criterio metodológico resultó crucial. Al excluir los sitios posteriores a la extinción –cuando naturalmente solo quedaban especies más pequeñas como el guanaco–, los investigadores pudieron evaluar la verdadera importancia de la megafauna, y la conclusión es clara: para los grupos humanos del Pleistoceno final, estos grandes animales no fueron un recurso marginal, sino el pilar de su dieta y de su estrategia de subsistencia.

“Nosotros siempre cuestionamos que, habiendo megafauna, el guanaco haya sido lo más importante en la dieta de aquellos grupos, porque, en general, los seres humanos, como la mayoría de los predadores, buscan la presa de mayor retorno energético, es decir que en el balance de costo-beneficio ofrezcan una mejor recompensa”, apunta el también investigador del CONICET Ivan Perez, quien se desempeña en el Museo Histórico y Arqueológico de Senillosa, Neuquén. Para contrastar esa idea, en base a distintos patrones, el equipo elaboró un ranking de especies según la tasa de retorno para los cazadores, considerando las especies disponibles con anterioridad a los 11.600 años: megafauna, guanacos y otros animales pequeños. Según el ranking, los animales de mayor tamaño, como los perezosos gigantes; los caballos americanos; y los gliptodontes, ofrecían el mayor rendimiento en términos de costo-beneficio para los cazadores; mientras que el guanaco y otras presas pequeñas, y/o con carne más magra, ocupaban posiciones más bajas. En otras palabras, optar por cazar guanacos en presencia de megafauna resultaría poco esperable desde un punto de vista energético.

Las expectativas surgidas de este ranking coinciden casi perfectamente con lo que muestran los sitios arqueológicos: las especies más abundantes en ellos fueron precisamente aquellas que ofrecían el mayor retorno. Este hallazgo refuerza la idea de que la explotación humana de la megafauna no fue ocasional ni accidental, sino una estrategia deliberada y sostenida, lo que a su vez aumenta la probabilidad de que esta acción contribuyera significativamente a su desaparición.

“Lejos de ser un recurso secundario, la megafauna fue central en la vida de los humanos del Pleistoceno. Esto obliga a reconsiderar su papel como agentes de extinción”, concluyen los investigadores. “A futuro, nos queda por determinar con precisión de qué manera impactaron, si fue solo la caza directa, o también la alteración de los ambientes o de las cadenas tróficas, que eran muy sensibles a los cambios y al ingreso de nuevos depredadores más eficientes”, cierran.

Referencia bibliográfica:

Luciano Prates et al. , Extinct megafauna dominated human subsistence in southern South America before 11,600 years ago. Sci. Adv.11, eadx2615 (2025). DOI: https://doi.org/10.1126/sciadv.adx2615

Por Marcelo Gisande.