CIENCIAS EXACTAS Y NATURALES
Reportan el hallazgo de un reptil marino de ojos gigantes que habitó los mares de la Patagonia 150 millones de años atrás
Es un nuevo género de ictiosaurio identificado por un equipo del CONICET. El fósil integra la colección del Museo de La Plata tras su aparición en la Formación Vaca Muerta hace cuatro décadas. Sus rasgos distintivos son el exagerado tamaño de sus globos oculares, de unos 25 centímetros de diámetro, y su mandíbula ágil y veloz, que le permitían la detección precisa y la rápida captura de sus presas


Investigadores e investigadoras del CONICET en la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de la Plata (FCNyM, UNLP) y de la Universidad Nacional de Río Negro (UNRN) acaban de comunicar el hallazgo de Eternauta patagonica, un nuevo género y especie de ictiosaurio, es decir un grupo de reptiles marinos que dominó los mares durante más de 160 millones de años hasta su extinción a principios del Cretácico Superior, hace unos 100 millones de años atrás. Aunque sin parentesco alguno, su cuerpo era semejante al de los delfines o tiburones actuales, lo que los ubica como el paradigma de la adaptación al medio acuático marino. La novedad fue posible gracias al análisis de parte de un esqueleto (el cráneo, una aleta anterior, dientes y costillas) de unos 150 millones de años de antigüedad que fue hallado en la década del ’80 en la Formación Vaca Muerta, al norte de Neuquén, y se reporta en la revista Historical Biology.
“Fue un animal de dimensiones importantes, ya que solo el cráneo mide cerca de un metro de largo, con lo que estimamos que su cuerpo completo rondaría los cinco o seis metros”, cuenta Lisandro Campos, becario del CONICET en la FCNyM y primer autor del trabajo. “A lo largo de la evolución, su cráneo fue elongándose hasta formar un rostro o una trompa muy larga completamente cubierta de dientes súper afilados, lo que nos llevó a preguntarnos de qué se alimentaba y cuál era su estrategia para la captura de las presas”, comenta.
La minuciosa revisión de los materiales permitió detectar dos características inéditas: una, el “absurdo” tamaño de sus ojos, que pudo inferirse a partir de las dimensiones del anillo esclerótico, una estructura de placas óseas que le da sostén y firmeza al globo ocular; y la otra, la composición de su mandíbula y de la musculatura necesaria para su apertura y cierre. “El anillo esclerótico tiene un diámetro de unos 23 centímetros, lo que nos habla de un ojo de unos 25 centímetros de diámetro. Realmente no hay un solo grupo en los 350 millones de años de historia de los vertebrados que presente algo similar”, subraya Campos, y desarrolla: “Con relación a la mandíbula, el análisis biomecánico de la musculatura nos da la pauta de una capacidad de apertura y cierre más veloz, no solo en comparación con la de cualquier otro ictiosaurio sino también con la de los demás depredadores con los que convivía, como plesiosaurios, cocodrilos marinos o tortugas gigantescas”.
Estos resultados arrojan pistas sobre los hábitos de alimentación de E. patagonica y su paleoecología, es decir el modo en que se relacionaba con los demás organismos y los ambientes que habitaba: “Era un barrio muy complicado el océano en aquel entonces, las aguas que cubrían la plataforma continental, nuestra Patagonia, estaban llenos de animales de los que en biología se conocen como depredadores tope, aquellos que por sus características se comen a todos. Entonces, una de las hipótesis es que tener un ojo gigante y una visión súper precisa les daba una ventaja respecto de otros competidores a la hora de detectar y cazar presas muy ágiles, veloces y esquivas, como distintos grupos de moluscos emparentados con los pulpos y los calamares actuales, y peces. Este fenómeno, que no sólo ocurre con los ictiosaurios sino con un montón de depredadores, es lo que se conoce como la partición del nicho. Es decir, explotar el mismo recurso que explotan otros, pero de una manera en la cual los otros no lo pueden hacer”, destaca.
¿Cómo evitaba la competencia E. patagonica? Yendo a cazar a lo más profundo del océano, donde la luz no llegaba y donde otros grandes depredadores con ojos no tan desarrollados no podían encontrar a sus presas. “En ese contexto, a cientos de metros de profundidad, su ojo gigantesco, con una cantidad elevadísima de fotorreceptores, le daba un plus. Además, creemos que muchas de las presas ya presentaban sacos de tinta, como los pulpos y calamares actuales, es decir la capacidad de expulsar chorros de un pigmento oscuro para nublar la visión de los depredadores”.
A partir del estudio de su estructura, el equipo de investigación pudo inferir que la mandíbula de este ictiosaurio era ágil y veloz, pero débil. Esto no le permitía cazar presas de gran tamaño, por lo que tenía que dedicar más tiempo a esa tarea, ya que solo podía capturar organismos pequeños, de no más de 40 centímetros, difíciles de ver y con gran capacidad de huida. “En la carrera armamentística de la época, con otros organismos desarrollando estrategias de defensa, la mandíbula de E. patagonica evolucionó de tal forma que le daba la posibilidad de abrir y cerrar más velozmente. Esto, sumado al alargamiento del cráneo, le facilitaba capturar todo lo que le pasaba cerca. A diferencia de otros ictiosaurios de mayor porte, este animal buscaba presas más pequeñas, sin lugar a dudas mucho más abundantes y, lo más importante, en lugares donde ningún otro podía llegar a buscarlas”.
Para finalizar, Campos destaca el porqué de la elección del nombre que le dieron al nuevo género: “Por un lado, es un claro homenaje a la obra de Héctor Oesterheld y Francisco Solano López, dos íconos de la cultura argentina a los cuales quisimos traer de algún modo a este trabajo, no solo por la admiración que siento por ellos, sino también como una forma de honrar la Memoria y la Verdad. Por otro, también nos pareció acertado llamarlo Eternauta, por ser un organismo marino que vivía navegando los océanos y que, de algún modo, siguió navegando luego de 150 millones de años hasta nuestros ojos, hasta nuestras manos. Todos esos huesitos se mantuvieron todo ese tiempo hasta llegar a nosotros”.
Referencia bibliográfica:
Campos, L., Fernández, M. S., Herrera, Y., & Talevi, M. (2025). Eternauta patagonica gen. et sp. nov.: a new ophthalmosaurid ichthyosaur from the Upper Jurassic of Patagonia and its palaeoecological implications. Historical Biology, 1–24. DOI: https://doi.org/10.1080/08912963.2025.2568707
Por Marcelo Gisande.