PALEONTOLOGÍA

Pingüinos gigantes: tres cráneos fósiles de Antártida respaldan esta hipótesis

Huesos de patas y alas permitieron saber que en el pasado estas aves fueron mucho más grandes. El hallazgo brinda información hasta ahora desconocida


La doctora Acosta Hospitaleche en la Antártida y los créneos analizados. FOTOS: gentileza investigadora
La doctora Acosta Hospitaleche en la Antártida y los créneos analizados. FOTOS: gentileza investigadora
La doctora Acosta Hospitaleche en la Antártida y los créneos analizados. FOTOS: gentileza investigadora
La doctora Acosta Hospitaleche en la Antártida y los créneos analizados. FOTOS: gentileza investigadora

Robustos, casi dos metros de altura y un peso superior a 60 kilos; así eran algunos pingüinos que vivieron en la Antártida hace al menos unos 34-37 millones de años. Estas dimensiones tan diferentes a las de especies actuales –la mayor es el emperador, con 115 cm en posición de vida- se infieren a partir del análisis de restos fósiles encontrados en sucesivas campañas científicas, y a los que recientemente se añadió un hallazgo atípico: tres cráneos muy bien conservados.

“Lo más novedoso del descubrimiento es, precisamente, que se trate de cráneos, ya que su fragilidad hace casi imposible su preservación. De hecho, son los únicos que hay en este repositorio de materiales de Antártida”, señala Carolina Acosta Hospitaleche, investigadora del CONICET en la División Paleontología Vertebrados de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), y autora de un artículo próximo a aparecer en la revista Polish Polar Research, en el que se describen los resultados del análisis de laboratorio.

“El cráneo de las aves tiene huesos livianos, delgados y frágiles”, asegura la experta, y agrega que “las partes son poco articuladas y cualquier rodamiento por el terreno o mezcla con sedimento, las destruye. De hecho, ninguno de los tres cráneos conserva el pico”. Estas particularidades hicieron que el hallazgo, reportado a mediados de este año, sea un auténtico tesoro.

El descubrimiento tuvo lugar durante las dos últimas campañas que un grupo interdisciplinario formado por expertos del museo local y del Instituto Antártico Argentino realiza cada verano al continente blanco. Si bien los científicos no han determinado con certeza a qué especie de pingüinos habría pertenecido, dos de ellos podrían atribuirse al género Palaeeudyptes, descripto a partir de restos de huesos de las patas, específicamente tarsometatarso, y de las alas, como el húmero.

Los análisis de laboratorio de las piezas brindaron nuevas pistas sobre los hábitos y características de estos animales, y los datos obtenidos respaldan la hipótesis de que existieron pingüinos de gran tamaño. “Estudiamos las inserciones musculares para obtener datos sobre la morfología funcional, hábitos tróficos, preferencias dietarias y anatomía de la cabeza y cuello. Es información que, al no contar con cráneos, hasta ahora nunca habíamos podido obtener”, explica Acosta Hospitaleche.

Es así que las observaciones en la mandíbula, por ejemplo, permiten saber que se alimentaban de peces  de gran tamaño. Precisamente, acerca de la persecución de sus presas, los expertos han determinado por la movilidad de las aletas y la musculatura robusta, que “estos pingüinos tuvieron una adaptación al nado y al buceo diferente de los actuales. Es decir, seguramente, habrían logrado viajes largos y a gran profundidad pero valiéndose más de la fuerza que de la agilidad y destreza, con movimientos violentos, toscos y amplios”, señala la investigadora.

En base a cálculos en los huesos de las patas por soporte y centros de gravedad, se estima que estos individuos pesaban entre 60 y 80 kg. El período en que se los ubica es el Eoceno, concretamente en un lapso que va desde 37 a 34 millones de años de antigüedad, y el número de especies de pingüinos que se calcula existía entonces varía entre diez y catorce. “Estamos intentando discernir cuántas especies convivieron, ya que no todas podrían haberlo hecho en un mismo tiempo y espacio”, apunta Acosta Hospitaleche.

En este punto, Jorge Noriega, investigador del CONICET y director del Centro de Investigaciones Científicas y Transferencia Tecnológica a la Producción de Diamante (CICYTTP, CONICET Entre Ríos), asegura que los pingüinos del Eoceno en la Antártida “eran más diversos que los actuales” y “probablemente la proporción de especies estrictamente piscívoras también era mayor” teniendo en cuenta a las colonias que en el presente consumen crustáceos o tienen dietas mixtas.

“Aunque desconocemos cuáles eran las adaptaciones de estos pingüinos vinculadas con la regulación térmica, cabe recordar que en ese momento los mares antárticos no eran para ellos un ambiente tan extremo como el actual, sino que se aproximaban más a condiciones de temperatura templado-frías”, añade el experto, que trabajó durante mucho tiempo a la paleontología de pingüinos y actualmente se dedica a vertebrados del Cenozoico, especialmente aves y mamíferos de la Mesopotamia argentina.

Etapa prolífera

Desde la Universidad de Bialystok, Polonia, el doctor Piotr Jadwiszczak es un referente internacional en la investigación sobre pingüinos fósiles y ha trabajado en nuestro país. A partir de su experiencia asegura que la investigación en paleontología de estas aves a nivel mundial “atraviesa su momento más prolífico desde 2001 a la actualidad”, y que “la Argentina viene realizando importantes aportes al campo”. En este sentido, destaca los trabajos de Acosta Hospitaleche, entre otros colegas.

En un recorrido histórico, Jadwiszczak evoca al geólogo Otto Nordenskjöld, líder de la Expedición Antártica Sueca, entre 1901 y 1903, durante la cual se hallaron los primeros restos fósiles de pingüinos antárticos en la isla Marambio. Cabe destacar que la experiencia contó por primera vez con la presencia de un argentino: el militar José María Sobral.

Por Mercedes Benialgo

Sobre investigación:

Carolina Acosta Hospitaleche. Investigadora Adjunta. FCNyM, UNLP.

Jorge Noriega. Investigador Independiente. CICYTTP, CONICET Entre Ríos.