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CIENCIAS BIOLÓGICAS Y DE LA SALUD
“Entender la variabilidad de Aedes aegypti ayudará a diseñar estrategias de control”
La investigadora María Victoria Micieli participó de un estudio que permitió hallar en el país una mezcla genética de dos subtipos de la especie
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La doctora María Victoria Micieli, investigadora independiente del CONICET en el Centro de Estudios Parasitológicos y de Vectores (CEPAVE, CONICET – UNLP), formó parte de un equipo internacional liderado por expertos de la Universidad de Yale, Estados Unidos, que buscó determinar la diversidad genética del mosquito Aedes aegypti, transmisor de los virus del dengue, zika, chikungunya y fiebre amarilla urbana, entre otros. El trabajo, publicado recientemente en la revista Molecular Ecology se basó en el análisis de 79 poblaciones del insecto relevadas en 30 países y, gracias al aporte de la experta, permitió descubrir que en Argentina existe una mezcla genética de dos subtipos de esta especie: Aedes aegypti formosus, una variedad de origen selvático, y Aedes aegypti aegypti, la forma doméstica.
“Este hallazgo de ningún modo tiene que alarmar a la población”, aclara la doctora en Ciencias Naturales por la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). “A nivel científico, nos abre la puerta a estudiar si esta variabilidad genética puede llevar a un incremento de la capacidad de invasión, pero la gente y las autoridades de control deben seguir con las mismas medidas preventivas que se vienen tomando hasta ahora para la variedad de A. aegypti que todos conocemos, que ya de por sí es muy peligrosa”.
¿Cómo se origina el estudio que publicaron recientemente?
Desde hace muchos años, con mi grupo de trabajo en el CEPAVE nos dedicamos a estudios de biología, ecología y estrategias de control biológico de mosquitos de importancia sanitaria, es decir, aquellos capaces de transmitir enfermedades al ser humano. En 2014, iniciamos una colaboración con el Laboratorio de Arbovirus del Departamento de Salud de Nueva York, Estados Unidos, en particular con la doctora Laura Kramer, para analizar la capacidad vectorial de distintas poblaciones de A. aegypti presentes en Argentina. Para eso, tomamos como referencia muestras de las localidades de Aguaray y Posadas, pertenecientes a las provincias de Salta y Misiones, respectivamente, y La Plata. Lo que buscamos fue abarcar las dos posibles vías de ingreso del vector por el norte del país, y sumamos a nuestra ciudad como uno de los puntos más cercanos al límite sur de la zona templada. Estudiamos los parámetros del ciclo vital del insecto, sus características genéticas y capacidad de transmisión de arbovirus. Ese proyecto aún está en proceso de elaboración, pero fue lo que nos abrió la puerta a participar del proyecto del doctor Jeffrey Powell, de Yale.
¿Cuáles fueron los objetivos de esa nueva colaboración?
Powell estaba interesado en realizar un estudio a escala mundial de la variabilidad genética de A. aegypti con el objetivo de tener una suerte de base de datos que permita detectar rápidamente nuevas introducciones de la especie. Nosotros teníamos las muestras de las poblaciones en el país. Y lo que vimos en ellas fue que presentaban una mezcla entre dos subtipos: A. aegypti formosus y A. aegypti aegypti. Algo que no se vio en otro lugar del mundo, salvo en una región aislada de California, Estados Unidos. Es posible que ocurra algo similar en otras ubicaciones como Brasil, por ejemplo, pero esas zonas no se examinaron para este trabajo.
¿Cuándo se habría originado esa mezcla genética?
En algún momento no muy lejano, aunque no podemos determinarlo con este estudio, esa subforma selvática se habría introducido en el país proveniente de África. En 1960, aquí hubo una campaña fuerte de erradicación de A. aegypti que fue impulsada por la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y, años más tarde, se lo consideró erradicado. Pero luego disminuyó la cantidad y frecuencia de los operativos de monitoreo y control, y eso llevó a que reingresara en los ’80 por migración pasiva, vía Formosa y Misiones.
¿En qué se diferencian estas dos subespecies?
Fundamentalmente por sus hábitos, ya que en los aspectos morfológicos puede haber confusiones en cuanto a su identificación. La variedad selvática está asociada a ambientes de cría naturales, como huecos de árboles, y la doméstica, más relacionada con el ser humano, pone sus huevos en recipientes artificiales, esos cacharros a los que refieren todas las campañas de prevención.
¿Podemos hablar de la presencia de una especie más peligrosa?
No hablamos de más resistencia ni peligrosidad. Sí podemos decir que hay una variabilidad genética superior en las poblaciones de A. aegypti que habitan nuestro país, y eso puede llevar a una mayor flexibilidad adaptativa. Por ejemplo, que pueda colonizar ambientes que normalmente no ocuparía. Pero las implicancias de este estudio tienen que ver con descubrir realmente si esta particularidad implica un riesgo más alto de introducción o está afectando algún parámetro de su capacidad vectorial.
Por Marcelo Gisande.